Los que no son increíbles, deben ser creíbles y por lo tanto deben tener credibilidad y cercanía con los millones que se encuentran detrás de las pantallas. En todo caso no fue un garabatito, sino, una grosería doméstica que connota -obviamente en el v de los noticiarios- que el recalcitrante mundo es de todos y ningún rostro televisado está ajeno a ello. Lo cierto es que: somos nosotros los que nos dejamos seducir y conducir por el camino fácil.